Mis domingos no son de cine XIII

Soy un cyborg (pero no pasa nada), mi redescubrimiento del cine coreano. Dirigida por Park Chan-Wook, que deja de lado aquella Triología de la venganza para traer un film plástico que nos lleva a un mundo completamente surrealista, lleno de color y con unos decorados horror vacui que ya quisiera Fellini...

Pongámonos en situación. Young-goon es una paciente de un psiquiátrico que está encerrada porque cree que es un cyborg. La joven, que se alimenta sólo de pilas y baterías eléctricas, se niega a ingerir comida porque considera que es un ser cibernético que sólo se necesita electricidad. Admira y venera por encima de todas las cosas a su buela, una personita que cree ser un ratón y se alimenta sólo de rábanos...En la fábula no podía faltar el chico, también encerrado en el psiquiátrico, es cleptómano y siempre lleva máscaras para ocultar su identidad. Entre ellos surge una extraña relación amorosa, cuanto menos, rodeados por personajes que tomados individualmente, dejan entrever que no hay nada que tenga algo de sentido a lo largo y ancho de las dos horas de metraje, sean o no pacientes del hospital psiquiátrico, tienen algo (o mucho) de extravagante. Desde la gordita que dice tener unos calcetines que la hacen volar, pasando por el infeliz impotente debido a la fealdad de su mujer peluda o al paciente que cree que todos los males ocurren por su culpa y no hace sino pedir perdón a todo el mundo. Y a la fiesta de rarezas se unen tanto la propia residencia de enfermos, como unos exteriores que son toda una explosión de brillo y color que tendrían perfecta cabida en la fábrica de Willy Wonka.

Técincamente, Park Chan-Wook se empeña en componer imposibles secuencias filmadas desde ángulos imposibles, montadas de manera inusitada como poco (incluso recurre a escenas pasadas a doble velocidad), y mezclando efectos especiales de última generación con otros que más bien parecen sacados de un capítulo de Muchachada Nui (Nuiiiiiiiiiiiiiiiiii).

Humor, emoción, acción...diga lo que diga me quedo corta. Park es un auténtico visionario, un director capaz de crear magia con lo más mundano en todos sus sentidos. Lástima que sea de ese tipo de pelis de poca distribución, daos prisa, esta es su segunda semana en cartelera y, en el pase del viernes, sólo éramos dos personas en la sala (que de hecho nos pegamos un baile de salón cuando terminó la peli, allí mismo, menudos juegos musicales inconexos nos regala el director, tan inconexos como los cinéfilos que la vieron...)

Os dejo una de las escenas más preciosas, ¿un coreano cantando tirolés?sí, del todo daliniana 100%, un coreano. Feliz domingo de cine, y yo que lo vea.