Cuentos y proverbios morales

(Si E. Rohmer puede ponerle ese título a un ciclo de sus películas, yo se lo puedo poner a mi cuento, ¡ja!)

Sentada en la última fila del autobús con conexión Granada-Alpujarras, lancé una mirada hacia atrás y pude ver cómo se quedaba plantado el caballito de esparto, mirándome con ojos apenados. No tuve tiempo de decirle adiós.

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10 horas antes...

Niño y yo marchábamos en bus hacia Capileira, uno de tantos pueblos perdidos de Las Alpujarras, con la intención de encontrar alguna huella del relato de A. García Morales (El silencio de las sirenas). Tras un serpenteante a la par que tortuoso camino entre montañas llegamos, por fin, a los pueblos blancos del Valle del Poqueira. Fue entonces cuando comprendimos por qué Brenan lo llamaba el laberinto español...

Después de mucho buscar, no encontramos huella alguna de la novela, pero sí de unas pezuñitas con sus herraduras. Poniendo atención, escuché un sonido lejano, más allá de los rumores del riachuelo y del uh uh de los búhos. Era un jiji hihihihiii, un relinche de un caballito quizá desamparado.

¡Y allí estaba!junto a un mirador, con toda una estirpe de caballitos de esparto, cada uno con su respectivo molinillo de viento, de mil colores, sobre el lomo...¡Cuánto hubiese dado por abrazarlo hasta sangrarme los brazos, dado su espinadito cuerpo!Con sus ojos de botón, parecía decir una y otra vez: "¡llevadme con vosotros, sacadme de esta tienda de souvenirs, por favooooooooooooooooooooor!"

Estuvimos meditando llevarlo o no con nosotros , pero por cuestiones de tamaño y de espacio en el asiento del bus, no nos lo pudimos llevar... Además, tampoco disponíamos del dinero para comprar su libertad (ya se sabe, el mundo de la artesanía). Será una decisión de la que nos lamentaremos toda la vida. Y, el final de la historia ya lo conocéis.

*Relato inspirado en el cuadro del Niño, sin título, de septiembre de 2008, cedido para la colección permanente de arte MARPOP (miiiiiiiiiiiiil gracias, aunque te lo he dicho ya muchas veces, jajaja).